Historia de un alemán

Me he terminado de leer este libro de Sebastian Haffner. Se trata de unas memorias del tiempo de entreguerras en Alemania. Básicamente desde el final de la primera guerra mundial hasta el ascenso de los nazis al poder y sus primeros pasos en 1933. El libro está escrito en 1939 cuando el autor tenía 32 años, aunque no se publicó hasta después de su muerte (según wikipedia).

Es un libro que está bastante bien. Claro, para los que nos gusta el tema. Retrata muy bien a esa sociedad alemana que estaba en contra del nazis y como se replegaron y dejaron hacer.

Narra toda la parte de la hiperinflación y el descontrol y trastoque de la sociedad que eso supuso. Se parece algo a El Mundo de Ayer de Stefan Zweig, aunque Haffner es más joven y no dedica tanto tiempo a la primera guerra mundial. El autor es un antinazi convencido desde eñ principio, pero también cuenta el peligro de la seducción del grupo y de las ideas nazis cuando se va en manada.

Por ejemplo, respecto al ascenso del partido nazi y cómo se dejó hacer cuenta: "Hay pocas cosas más extrañas que la tranquilidad indiferente y engreída con la que nosotros, yo y mis semejantes, contemplamos el inicio de la revolución nazi en Alemania como si estuviéramos en el palco de un teatro, viendo un proceso cuyo objetivo, al fin y al cabo, era exactamente borrarnos de la faz de la tierra. Tal vez más extraño aún sea el hecho de que, incluso años más tarde y teniéndonos a nosotros de ejemplo, toda Europa se permitiera la misma actitud de espectadora engreída, entretenida y pasiva mientras los nazis llevaban ya tiempo prendiendo la mecha por los cuatro costados".

Y esa parte de locura en la hiperinflación: "Sin embargo, ninguna ha experimentado el desbordamiento fantástico y grotesco de todo eso a la vez, tal y como ocurrió en Alemania en 1923. Ninguna ha vivido esa danza de la muerte carnavalesca y gigante, esa saturnal eterna, sangrienta y grotesca, en la que no sólo se devaluó la moneda, sino todos los demás valores. El año 1923 preparó a Alemania no para el nazismo en particular, sino para cualquier aventura fantástica. Las raíces psicológicas e imperialistas del nazismo son mucho más profundas, como hemos visto hasta ahora. Pero entonces sí que surgió aquello que hoy confiere al nazismo su rasgo delirante: esa locura fría, esa determinación ciega, imparable y desaprensiva de querer lograr lo imposible, la idea de que «justo es lo que nos conviene» y «la palabra imposible no existe»"

"Los «izquierdistas», unos sabelotodo y, por tanto, en conjunto casi más tontos aún que los «nacionalistas» (como siempre), consideraron un magnífico descubrimiento el hecho de que, a partir de entonces, los instintos bélicos se «liberasen» mediante carreras y ejercicios libres sobre un césped verde e idílico, y pensaron que la paz mundial estaba asegurada. No les extrañó que los «campeones alemanes» llevaran sin excepción cintas negras, blancas y rojas, cuando en aquel tiempo los colores del Reich eran negro, rojo y dorado. No se les ocurrió que aquello era simplemente una forma de practicar y mantener vivo el encanto del juego de la guerra y la antigua representación de un gran combate emocionante entre naciones, y que en modo alguno se «liberaban» «instintos bélicos». No fueron conscientes de la conexión entre ambos hechos ni tampoco de la recaída".

Sobre Hitler: "Y eso que en un principio la figura de Hitler, su pasado, su persona y su forma de hablar fueron más bien un handicap para el movimiento que estaba concentrándose tras él. En 1930 Hitler era aún para muchos una figura vergonzosa, perteneciente a un pasado gris: el redentor muniqués de 1923, el hombre del grotesco putsch de la cervecería. Además su aspecto le producía bastante rechazo al alemán medio (no sólo a los «inteligentes»): ese peinado de proxeneta, esa elegancia de pacotilla, el dialecto de los suburbios vieneses, esa increíble verborrea unida a los ademanes de epiléptico, su gesticulación desenfrenada, esos espumarajos, la mirada entre flameante y extraviada".

Sobre 1933 y el ascenso de Hitler: "En marzo de 1933 no ocurrió nada de eso. Lo sucedido fue una mezcla de los elementos más extraños, pero lo único que faltó por completo fue el más mínimo acto de valor, coraje y magnanimidad de cualquiera de las partes. Aquel mes de marzo trajo consigo cuatro cosas cuyo resultado final consistió en un dominio nazi inexpugnable: terror, fiestas y declamaciones, traición y, por último, un colapso colectivo: un ataque de nervios individual y simultáneo que afectó a millones de personas. Muchas formas de Estado, es más, la mayoría han nacido de un modo más sangriento, pero no ha habido ninguna cuyo alumbramiento fuese tan repugnante".

El desmoronamiento del mundo anterior: "El mundo en el que había vivido iba desvaneciéndose, desaparecía, iba haciéndose invisible día a día de forma evidente y en medio de un silencio absoluto. Casi a diario podía notarse cómo desaparecía y se hundía un fragmento más de ese mundo: bastaba con buscarlo por los alrededores para ver que ya no estaba. Nunca he vuelto a vivir un proceso tan extraño. Era como si el suelo que uno pisa fuese desgranándose sin pausa, de forma imparable, o mejor: como si el aire que uno respira fuese succionado constantemente y a intervalos regulares sin saber bien desde dónde".

Y aquí otra parte en la que hay que entender que cuando escribió el libro no se habían empezado a producir los horrores nazis de la guerra: "La situación de los alemanes no nazis durante el verano de 1933 fue ciertamente una de las más difíciles en las que se puede encontrar el ser humano: un estado de sometimiento total y desesperado sumado a los efectos tardíos del shock que supone que los acontecimientos le pillen a uno totalmente desprevenido. Los nazis nos tenían completamente en sus manos. Todos los baluartes habían caído, era imposible cualquier tipo de resistencia colectiva y la oposición individual era una mera forma de suicidio. Nos habían perseguido hasta llegar a los últimos recovecos de nuestra vida privada, en todos los ámbitos reinaba un estado de desbandada, una huida confusa de la que no se sabía dónde iba a terminar. Al mismo tiempo todos los días nos instaban no ya a rendirnos, sino a pasarnos al bando contrario. Bastaba un pequeño pacto con el diablo para dejar de pertenecer al equipo de los prisioneros y perseguidos y pasar a formar parte del grupo de los vencedores y perseguidores". Desde luego que ya sabemos que hubo situaciones mucho más difíciles para muchos seres humanos en esa guerra.

Por último una descripción bastante acertada de los alemanes (¿no, Eliahh?): "Hubo por último un extraño mecanismo muy alemán basado en la ambición que se puso en marcha de repente sin que nos diésemos del todo cuenta: se trataba de un afán de eficiencia abstracto, del empeño en hacer lo que te han encomendado lo mejor posible, por muy absurdo, enigmático e incluso humillante que sea, con tanta aplicación, objetividad y detenimiento como sean concebibles. ¿Que había que limpiar las taquillas? ¿Marchar? ¿Cantar? Era una estupidez, pero bueno, queríamos demostrar que podíamos limpiar las taquillas mejor que cualquier limpiador de taquillas profesional, marchar como soldados veteranos y cantar con tanto brío que doblegásemos los árboles. La absolutización de este empeño es un vicio alemán; los alemanes la consideran una virtud. En cualquier caso se trata de uno de los rasgos alemanes más pronunciados. No podemos evitarlo. Somos los peores saboteadores del mundo. Todo lo que hagamos tiene que ser de primera, ni la voz de la conciencia ni la autoestima pueden con ello. Hacer las cosas en todo momento bien -no importa de qué se trate: una tarea decente e ingeniosa, una aventura o acaso un delito- nos produce una intensa embriaguez viciosa y placentera que nos exime de plantearnos el sentido y el significado de lo que estemos haciendo. «Un trabajo bien hecho, las cosas como son», llega a decir un policía alemán admirado al contemplar el lugar de los hechos, desvalijado metódica y esmeradamente por el ladrón".

Un libro muy bueno, pero supongo que es sólo para gente que esté interesada en el tema. Yo lo recomiendo. Está muy bien escrito, tiene ese cierto tono de pedantería alemana, pero es que es como son (o eran) ellos. También me ha recordado a Joachim Fest y su Yo No.

Comentarios

  1. Los copos de nieve allí arriba son el horror. Echo de menos infinitamente la nieve cayendo, no me puedo creer que nos hayáis dejado sin nieve!! Si no va a volver la nieve, explícame al menos cómo la puedo poner yo.

    El libro, pasopalabra, creo que he ganado uno de la IIGM y con eso ya tengo IIGM para todo 2013

    ResponderEliminar
  2. Lo de la nieve debe depender del explorador con que veas el blog. Si quieres te paso el enlace en el que explican como ponerla y como lo he ajustado yo, aunque hay que editar el html de la página.

    ResponderEliminar
  3. ¿Te puedes creer que empece a leerlo hace tiempo, lo deje por otro y me faltan un par de capítulos para acabarlo? Me pareció muy interesante la descripción del borreguismo del pueblo alemán, aunque no creo que aquí en España estemos a salvo, ni mucho menos.

    A ver si animado por tu post me animo a acabarlo cuando termine el de Las Correciones, que me está gustando mucho.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares